Últimos testigos. Svetlana Alexiévich



Qué difícil este libro. Resulta casi inimaginable que el ser humano haya sido capaz de producir tanto horror (y repetirlo a lo largo de la historia) y que otros tantos hayan sido capaces de soportarlo y sobrevivir.

Svetlana Alexiévich da voz a cien niñes alrededor de cincuenta años después de terminada la segunda guerra mundial. Es estremecedor. No hay muchas más palabras para agregar, porque la congoja me lo impide. Un libro imprescindible.

Un par de observaciones. La guerra no tiene rostro de mujer tiene un plus del que, para mí, carece Últimos testigos. En aquella, Svetlana nos acercó en el prólogo una idea de proceso de investigación y escritura que a mí me fascinó. Acá no hay nada de eso. Pero ahí está presente la autora. Una sensación similar había tenido cuando leí a Maxie Wander: el enorme trabajo, oculto después en las páginas, de estas mujeres que primero y ante todo escuchan mucho.























Svetlana Alexiévich. Últimos testigos. Los niños de la segunda guerra mundial. Debate, 2016 (2013)

Resumen de la editorial:
La Segunda Guerra Mundial dejó casi trece millones de niños muertos, y en 1945, solo en Bielorrusia, vivían en los orfanatos unos veintisiete mil huérfanos, resultado de la devastación producida por la guerra en ese país. A finales de los años ochenta Svetlana Alexiévich, ganadora del Premio Nobel, entrevistó a algunos de aquellos huérfanos, cuyos testimonios componen un emocionante relato de una de las mayores tragedias de la historia.
Esta obra maestra constituye un retrato personal y conmovedor del conflicto en Bielorrusia, una historia en la que la propia autora no interviene más allá del prólogo: son sus protagonistas los que hablan y conforman con sus palabras una especie de memoria coral original, auténtica y fascinante de la guerra.

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Cuando fuimos huérfanos. Kazuo Ishiguro


 Después de Nuestra parte de noche, cada novela que leí me costó: encontrarle el ritmo, dejar de lado la sensación de lentitud y pesadez. Es que arrancar enero con la mejor novela del año es un poco desalentador para lo que queda.

Cuando fuimos huérfanos no es una mala novela, como no lo fue En una selva oscura y las demás leídas a lo largo del mes. Pero me cuesta, porque como dije al terminar el libro de Mariana Enriquez, no puedo dejar de pensarlo.

Pero vayamos a esta novela de Ishiguro. Me resultan muy diferentes cada una de las leídas hasta acá. No encuentro el "universo Ishiguro". Me gustan por separado. No puedo totalizarlas. En particular, esta me resultó muy nostálgica, tierna en algún punto cuando se empatiza con el protagonista. La infancia es el gran tema para mí.

Y, siempre desde un punto de vista occidental, es interesante tener un primer acercamiento a los conflictos alrededor del opio en Shanghai, los distintos grados de corrupción y los inicios de la segunda guerra mundial con mirada inglesa desde China.

Está muy bien. Si no hubiese leído a Enriquez sería un libro que me hubiese impactado más.



Kazuo Ishiguro. Cuando fuimos huérfanos. Anagrama, 2017 (2000)

Resumen de la editorial:
Inglaterra, años treinta. Christopher Banks se ha convertido en el más célebre detective de Londres. Pero hay un enigma que es incapaz de resolver y del que él mismo es protagonista: cuando era niño y vivía en Shangai con su familia, sus padres desaparecieron misteriosamente, acaso secuestrados por la mafia china por un asunto relacionado con el tráfico de opio. ‰l, que creció como un huérfano, tiene recuerdos vagos y contradictorios de lo que realmente sucedió. Pero la ausencia de sus padres, de los que ni siquiera sabe con seguridad si están vivos o muertos, le atormenta. Y por eso decide que ha llegado el momento de enfrentarse al caso de su vida y viaja desde una Europa convulsa en la que emerge el fascismo y se avecina la guerra a un Shangai convertido en polvorín en el que se enfrentan los chinos comunistas y el ejército japonés invasor. En esta ciudad cosmopolita y caótica Christopher Banks, en busca de las claves de su pasado, se verá inmerso en una pesadilla kafkiana...
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En una selva oscura. Nicole Krauss



Confieso que me costó mucho encontrarle el ritmo a esta novela de Nicole Krauss. Está construida de manera similar a La gran casa, que es la que más me gustó hasta ahora.

¿De qué va? De los temas que Krauss maneja con maestría: la identidad y los pequeños desquicios que trastocan la vida.

En el trasfondo, Kafka, la historia del pueblo judío, la construcción de los relatos.














Nicole Krauss. En una selva oscura. Salamandra, 2019

Resumen de la editorial:
Avalada por autores de la talla de Joseph Brodsky, Philip Roth y Susan Sontag, Nicole Krauss es sin duda uno de los grandes nombres de la narrativa norteamericana actual. Tras su sensacional debut en 2005 con La historia del amor —novela traducida a más de treinta idiomas y de la cual se han vendido más de un millón y medio de ejemplares en todo el mundo—, su prestigio no ha hecho más que aumentar entre el público y la crítica. En esta ocasión, Krauss nos invita a compartir las peripecias de dos personajes que, como en los célebres versos del Infierno de Dante —de ahí el título del libro—, buscan con ahínco escapar de la oscura selva en la que viven atrapados.
Uno de ellos es Jules Epstein, un exitoso abogado neoyorquino que, después de jubilarse, se ha esfumado sin dejar rastro. Para sus allegados, la desaparición de este hombre de carácter arrollador, acostumbrado a ser siempre el mejor en todo, sólo se explica por los golpes que la vida le ha deparado recientemente. En efecto, consternado por la muerte de sus padres, Epstein ha puesto fin a su matrimonio de treinta y seis años y, tocado por «la enfermedad de la caridad extrema», ha hipotecado su vivienda de la Quinta Avenida, se ha desprendido de sus pertenencias y se ha marchado a Tel Aviv, donde, en la planta quince del hotel Hilton, ha instalado su centro de operaciones.
En el mismo emblemático hotel se hospeda Nicole, una novelista que, en plena crisis personal, ha dejado a su marido y sus dos hijos en Brooklyn con la esperanza de que las vistas de la piscina en la que solía bañarse de pequeña, durante las vacaciones familiares, obren el milagro de acabar con su bloqueo creativo. Pero cuando un enigmático profesor de literatura jubilado la contrata para rematar una presunta obra de teatro de Kafka, la mujer se ve envuelta en un misterioso asunto que la llevará a embarcarse en un viaje metafísico que la transformará de un modo inimaginable

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Ojos que no ven. Vicente Battista


Siempre me gusta Vicente Battista. Tiene la virtud de escribir simple pero con mucha profundidad y un modo muy acertado de describir el espíritu de época a partir de hechos cotidianos y sencillos.

En esta novela se mete con la década del 90 y el periodismo. Una muerte dudosa en medio del menemato, la cultura del individualismo y la farándula, la mano de obra desocupada, el amarillismo de los medios de comunicación, la verdad que no encuentra espacios.

Con un interesante registro de la ironía, Ojos que no ven es un muy buen policial donde como suele pasar en el género en Argentina, la policía y la justicia no investigan.



Vicente Battista. Ojos que no ven. El Ateneo, 2012

Resumen de la editorial:
Juan Ignacio Aráoz ha caído del techo de un club aristocrático que esconde muchos secretos. Caratulada como un simple accidente, la muerte del adolescente parece destinada a quedar en el olvido hasta que Raúl Benavides recibe el encargo de realizar una serie de notas sobre el episodio. La investigación revela una trama perversa en la que se mezclan el poder político, la pederastia y las peores prácticas del periodismo amarillista. Ojos que no ven recupera al protagonista de Cuaderno del ausente y lo rastrea en sus comienzos profesionales durante el final de la segunda presidencia de Carlos Menem. Con esa mezcla de ingredientes, Battista propone una novela fascinante en la cual, siempre en el tono irónico que es la marca de su autor, se puede leer mucho más que un relato policial con un final sorprendente por la rara y atractiva forma en que está escrito. A un ritmo que nunca decae, Battista construye una de esas historias de las que no es posible despegarse y que, una vez cerrado el libro, abren espacio a la reflexión. 

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Laura. Vera Caspary


Hilo de lecturas en lo que va de enero. Leo a Mariana Enríquez y no puedo dejar de pensar en su novela.

Tengo el recuerdo de que alguien, hace tiempo, cuando aún Nuestra parte de noche no existía, había linkeado a algunos escritos de Mariana con la novela de Daphne Du Maurier. Así que de Rebeca, naturalmente tuve que pasar a Laura, otra novela escrita por una mujer en la década del 40 e inspiración de famosas películas (que, por cierto, no vi).

Laura y Rebeca son totalmente diferentes: ellas, las mujeres, y las novelas. La Laura de Caspary es una mujer bastante independiente aunque, lógicamente por las épocas de las que hablamos, está sometida a los mandatos que acosan a su género. Se resiste, más o menos. La novela en sí es una delicia; el registro de ironía que maneja Caspary, una belleza.












Vera Caspary. Laura. Sol90, 2006 (1946)

Resumen de la editorial:
El misterio rodea la muerte de Laura. La sombra de su recuerdo se proyecta sobre tres hombres unidos por una obsesión: el amor por ella. Waldo, un escritor cuya pasión por Laura jamás se vio correspondida; Shelby, el tipo con quien Laura estuvo a punto de casarse; y, Mark McPherson, el detective encargado de esclarecer las circunstancias de la muerte y que en el curso de la investigación acaba enamorándose de ella. Otto Preminger realizó una película magistral basada en la novela homónima de Caspary, con la bella Gene Tiemey en el papel de Laura Hunt.
La talentosa Vera Caspany (1904-1987) que también se desempeñó como autora de libretos cinematográficos, compaginó su condición de escritora con tareas más prosaicas: ejerció el periodismo, vendió cremas hidratantes y enseñó a bailar por correspondencia.

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