La pesquisa. Juan José Saer


Qué placer inmenso volver a Saer, no importa con qué novela. Qué placer el lenguaje, qué placer la literatura. Y qué placer reconocerme y reconocer a otros que le sobreviven a Saer acá, en esta ciudad.

Allá, en cambio, en diciembre, la noche llega rápido. 

Debería este inicio estar entre los mejores comienzos de la literatura universal.

--Va haber que irse --dice-- porque ahora sí que está llegando el otoño.

También entre las mejores frases finales, sobre todo para santafesinxs, porque nadie describió mejores los calores, las lluvias y las tormentas de estos lugares como Saer. Nadie como él describió el carozo de una aceituna como él, ni el proceso de cortar un tomate como él en Nadie nada nunca. Nadie como él utilizó las palabras de tal modo que yo sintiera un placer así.

La pesquisa no es de las novelas más celebradas de Saer, pero habrá que valorarla en el conjunto de su obra, en el universo de sus personajes que yo, caminando como camino la ciudad, continúo reconociendo, siempre.

En un día, transcurre esta novela, como en 21 cuadras Glosa. Hay que ser maestro para dar tanto placer encerrado en un libro.







Juan José Saer. La pesquisa. Seix Barral, 2008

Resumen de la editorial
Pichón Garay, el conocido personaje de otros libros de Saer, narra durante una cena con amigos en su región natal, el misterioso caso de un hombre que en París se dedica a asesinar ancianas y que es perseguido implacablemente por la policía. La historia se entrelaza con el descubrimiento de un enigmático manuscrito, cuya búsqueda desemboca en un largo viaje en lancha por un río sin orillas. 
Relato fascinante, aguda reflexión sobre la racionalidad, el crimen y la locura, La pesquisa es la gran novela policial de Juan José Saer que lo confirma como uno de los narradores más importantes de la literatura argentina contemporánea.

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Desgracia. J. M. Coetzee


Vengo indecisa con mis lecturas. Terminé con Virginia Woolf, con Mario Wainfeld, en el medio Sara Mesa. Dos ensayos, una novela. Saco las clases de Piglia de la biblioteca y me digo: ¿otra vez don Ricardo sin haber leído a Macedonio o a Gombrowicz? Vuelvo a Piglia a su estante, saco a Macedonio. Me da pereza. Sé que me va a gustar, pero en estos días, pereza. Vuelve Macedonio a su lugar de espera. Tengo tres pilas de nuevos libros por acomodar cuando haya espacio. Busco una novela para intercalar ensayo-novela-ensayo-novela. Y acá está Coetzee.

Don David es un hombre "deseante", pero no tendría problemas en dejar de serlo y transformarse en un castrado. En esa primera parte de la novela, me resultó muy interesante cómo este hombre mira a las mujeres como objetos de deseo y cómo se hace cargo de sus pasiones, aún a costa de su trabajo.

Luego la novela da un giro y ¡ay!, otra vez nosotras, las mujeres y otra mirada de David y los estremecimientos de una y toda Sudáfrica latiendo ahí...












J. M. Coetzee. Desgracia. Debolsillo, 2015

Resumen de la editorial
A los cincuenta y dos años, David Laurie tiene poco de lo que enorgullecerse. Con dos divorcios a cuestas, apaciguar el deseo es su única aspiración. Sus clases en la universidad son un mero trámite, para él y para los estudiantes. Cuando se descubre su relación con una alumna, David, en un acto de soberbia, preferirá renunciar a su puesto antes que disculparse en público. Rechazado por todos, abandona Ciudad del Cabo y visita la granja de su hija Lucy. Allí, verá hacerse añicos todas sus creencias, en una tarde de violencia implacable. Desgracia es una historia profunda y extraordinaria que no dejará indiferente al lector.

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Un cuarto propio. Virginia Woolf


¿Cómo pude pasar tanto tiempo sin leer este libro?

Un cuarto propio, y 500 libras al año necesitaba en 1928 una mujer para escribir ficción, decía Virginia Woolf. Y dijo también en esas conferencias dictadas en dos colegios universitarios para mujeres muchas cosas que tienen una actualidad casi espantosa.

Pese a que ahora las mujeres escriben más, van a la escuela y a la universidad, trabajan, pero, pero...

Nos siguen matando por ser mujeres, ganamos menos salarios que los varones, somos más pobres y aquellas que escriben siguen siendo catalogadas en el rubro "literatura femenina", sin que haya estantes o mesas de libros con "literatura masculina". Y más, mucho más para decir, pero lo dice con ironía, humor y a veces con un toque de enojo, y sobre todo con belleza, Virginia Woolf.
















Virginia Woolf. Un cuarto propio. Losada, 2013

Resumen de la editorial:
Mézclese una de las prosas de imaginación más notables del siglo XX con una inteligencia lúcida de punta, aplíquese esa mezcla a una exposición sobre el tema “las mujeres y la ficción”, y el resultado podría llamarse Un cuarto propio: el ensayo de una novelista que emplea con suma destreza y eficacia los recursos de la ficción en la no ficción, para abordar en profundidad un asunto peliagudo que estaba entonces en pañales, y ella, por supuesto, no del lado más favorecido. Cuando en 1928 la invitaron a hacer esta exposición en dos colegios universitarios para mujeres de la Universidad de Cambridge, en tiempos en que el acceso femenino a la educación universitaria estaba todavía lejos de ser llano y recto, Virginia Woolf (1882-1941) había publicado ya algunos relatos, ensayos y seis novelas, entre ellas La señora Dalloway y Al Faro, y se había ganado su lugar como una de las voces más destacadas de la ficción en lengua inglesa.

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Cicatriz. Sara Mesa


Trae muy buenas críticas esta novela, y lo vale. Es atrapante desde la primera página hasta la última, y trae una trama de idas y vueltas cronológica que me resultó muy atractiva.

Y las obsesiones del uno y el tedio de la otra que envuelven a los protagonistas, pero más a ella, en una relación enfermiza que una piensa por momentos quién es el/la más enfermo/a.

Me quedo especialmente con la necesidad de ella por ser no solo querida, sino por ser vista, por ser alguien a los ojos de un otro, sin importar quién es ese otro, qué quiere a cambio y a qué costo va a ser vista.










Sara Mesa. Cicatriz. Anagrama, 2015

Resumen de la editorial
Sonia conoce a Knut en un foro literario de internet y, a pesar de los setecientos kilómetros que los separan, establece con él una particular relación marcada por la obsesión y la extrañeza. Entre la atracción y la repulsión, no puede evitar sentirse fascinada por este personaje insólito y perfeccionista, que vive fuera de toda norma social y que la corteja a través de suntuosos regalos robados. «Le gustaba ir siempre bien vestido, incluso para ir a robar una simple lata de conservas. Tan joven y hablando de escritores del XIX. Filosofando. Cuestionándolo todo. Teorizando sobre el individuo y el grupo, y la hipocresía social, y los chivos expiatorios, y Dios y el destino, la virginidad y el sexo. Solía decir que no hay placer comparable a pensar. Y no, no era petulante ni vanidoso. Era simplemente... exhaustivo.» Su necesidad de poner distancia cuando Knut se vuelve demasiado absorbente, pero también su irrefrenable curiosidad y el ansia de vivir experiencias más allá de una existencia excesivamente reglada, llevarán a Sonia a una doble vida secreta en la que quedará atrapada durante años sin posibilidad de exculparse.
En esta inusitada historia, Sara Mesa recupera temas que ya aparecieron en sus primeras obras narrativas, dándoles forma a través de un estilo conciso y eléctrico en un mundo –frío, escasamente comunicativo– cuyas reglas establecen únicamente los propios personajes que lo habitan. Cicatriz no es sólo una inquietante historia de amor descompensado protagonizada por dos seres muy distintos pero a la vez complementarios, es también una reflexión sobre la sociedad de consumo y los robos a gran escala en grandes almacenes, la sumisión y el poder, la anulación del deseo y la carnalidad, el refugio de la infancia, la fantasía como alternativa, la culpa y la expiación, la escritura y la vocación literaria. La autora de la celebrada Cuatro por cuatro (que fue finalista del Premio Herralde de Novela), en vías de publicación al francés, se confirma con Cicatriz como una de las voces más singulares e imprescindibles de su generación.


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Kirchner, el tipo que supo. Mario Wainfeld


Cuántas cosas que me deja este libro, en estos días, en este año.

Un libro que fue leído, especialmente, con añoranza.

Una no es, se sabe pero además se nota, ni una analista política ni una crítica literaria. Pero sí es, y eso también se sabe y se nota, una militante y una lectora voraz (y compradora compulsiva de libros, antes que todo lo demás).

Me voy a extender un poco antes de compartir mis párrafos colaterales. Y voy a empezar por el final. Mario Wainfeld dice que las crisis son vividas como un presente eterno, que la oscuridad obsesiona y a veces paraliza. Para demostrar que no es así, ahí estuvo Néstor Kirchner.

Mario (luego diré por qué creo que es como mi tío, como siento a Horacio González cuando lo leo o escucho también) tiene una des/ventaja. Y me remite a mi viejo. El uno confiesa 67 años, el otro tiene 70 (por acá, en mi otro blog, mi viejo, sus 70 y el íspa).Yo acuso 42. Nuestros tránsitos han sido por el mismo país pero vividos de modo muy diferente. Mi viejo me dice a diario: “tranca”, busca tranquilizarme siempre ante mis desesperaciones por los retrocesos que ignoro hasta dónde llegarán, pero presumo que me tocarán mucho más que la actual pérdida de poder de consumo. La biología le dice a mi viejo que posiblemente tuvo, y cómo, su momento no de restauración, sino de conquista de derechos con Néstor, como mi vieja con Cristina. Yo, que fui una periodista precarizada, que a los treinta largos tuve mi primer laburo en blanco (no en el periodismo, claro), tengo (biología, salud, o lo que sea mediante) unos cuantos años por delante, y como soy una pesimista incurable, no creo volver a vivir esos buenos tiempos. Discutible, sí, pero en estos días, en este año particularmente, ningún golpecito de aliento en el hombro me sacó esa sensación.

Dejada de lado la catarsis, vamos al libro.

Mario es como un tío para mí. Es Mario, el tío Mario, no el periodista que leo un par de veces por semana y que escucho (ay, cada vez menos) en Radio Nacional. Lo es porque condensa un par de mis atributos de “queribilidad”: mira al país con ojo de “gente de a pie” y así lo transmite, sin por eso dejar de lado la agudeza y la profundidad. No la caretea el tipo, asume contradicciones como lo que son. Difícil encontrar periodistas sinceros con esa profundidad por estos tiempos. Así que, tío Mario, gracias.

Al leer Néstor, el tipo que supo, veo condensadas todas esas virtudes: algunas crónicas memorables leídas o escuchadas que me quedaron grabadas en la piel (de gallina). Al boleo, y porque sigo sensibilizada por las últimas semanas vividas, propongo revivir el primer #NiUnaMenos, o la muerte de Néstor o tantas plazas del cristinismo, que yo misma caminé.

Leí el libro, para resumir, con dos añoranzas: la de un tipo como Néstor y la del buen periodismo.

Dos o tres puntos más para terminar: destacar al politólogo sueco, que me hacía reír como loca en el diario o la radio y en el libro, compactado, es supremo; decir que, aunque no es central en este gran texto (porque la centralidad es Néstor Kirchner y cómo que él supiera nos cambió la vida a tantas y tantos), me pareció novedoso, interesante y lúcido el análisis del tío Mario sobre las narrativas (cine, literatura) que fueron posibles a partir de las políticas de Memoria Verdad Justicia que asumió Néstor, siguió Cristina (como continuidades de otros procesos, como explica el tío).

Vuelvo al principio, para cerrar. No paraliza la oscuridad, no, pero inevitablemente se mira al presente y al futuro como crisis, si no eternas, casi interminables. Ya veremos.

Y finalmente, los libros también son objetos que hay que apreciar. Este es un objeto-libro precioso. La portada, el color naranja que es de mis preferidos, las fotografías integradas a los textos. En fin. Gracias tío Mario.


















Mario Wainfeld. Kirchner, el tipo que supo. Siglo XXI, 2016

Resumen de la editorial
Néstor Kirchner fue un animal político descomunal y complejo, que marcó un antes y un después en la historia argentina tanto para los partidarios como para los detractores. Mario Wainfeld se mete en la cabeza de ese hombre para reconstruir, como nadie lo hizo hasta ahora, la forma en que se gestó el proyecto kirchnerista y el camino recorrido hasta el presente.
Kirchner, el tipo que supo es el relato de nuestro pasado reciente según la mirada de uno de los columnistas políticos más lúcidos y originales. Wainfeld recupera conversaciones francas con Néstor Kirchner –de militante a militante, de periodista a presidente– y también con su entorno más cercano, y cuenta, con prosa aguda y honesta, la Realpolitik, la cotidianidad de un presidente, mostrando cómo se toman decisiones cuando se controlan muy pocas variables y el riesgo es altísimo. Desnuda así, con su sagacidad habitual para atravesar la superficie de los hechos, las iniciativas más importantes de los últimos años.
Pero además de repasar y revisar con visión crítica el núcleo de un proyecto que supo generar fervor popular y enconos virulentos, Wainfeld nos propone pensar el más reciente cambio de pantalla, con el kirchnerismo fuera del poder, porque en la disputa por la resignificación de doce años de gobierno se juega también el rumbo del futuro.

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