Nunca corrí siempre cobré. Leonardo Oyola


Me produjo mucha nostalgia la lectura de estos relatos de Leonardo Oyola. Compartimos edad, país, un lugar similar en el mapa social (pero yo soy más blanca, nunca me confundieron con una ladrona por ser marrón). Por lo tanto él, yo, buena parte de esta generación compartimos momentos, series de televisión, códigos familiares, música, formas de encarar o esperar. 

Por eso, aunque siempre siempre soy más de novelas que de cuentos, sin importar género ni formato, la literatura que me conmueve, me "representa" sin buscarlo, me provoca añoranza y tal vez un poco de tristeza, es la literatura que me gusta.

Leonardo Oyola. Nunca corrí siempre cobré. Evaristo, 2016

Sinopsis de la editorial:
La auto-ficción es el paso de baile más difícil para un escritor que no escribe desde la superficialidad de su ombligo sino desde mucho más adentro, ahí donde las tripas no te dejan mentirte lo importante. Hay quien empieza por contarse a sí mismo, y casi siempre se pierde en una galería de espejos. Y quien primero inventa mundos y, solo cuando tienen entidad propia, nos muestra los ladrillos, de su propia vida, que usó para levantar esos pasillos por los que ha bailado y la sigue bailando al escribir.
Estos cuentos podrían haber formado parte de cualquiera de las novelas de Leonardo Oyola, porque la calidad narrativa alcanza el mismo envidiable nivel, sin perder ni un latido de emoción. Como un paso de rock con la más linda del baile.
Aquí aprendemos que una rubia (natural o por vocación) impulsa a cualquiera a ponerle el pecho a los aviones, que un casco de Iron Man otorga licencia para robar, que no hay mejor pelea que la que se hace espalda con espalda con tu padre y con tu abuelo (por hijo de puta que sea), y que se puede ser un forajido aunque te guste Bon Jovi.
Ya conocíamos el mundo narrativo de Oyola. Ahora sabemos dónde aprendió esos pasos. Y también por qué cada día los baila mejor.
Carlos Salem

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