Evita en letras de molde
[Publicada en Cultura Caníbal]
Biografías, cuentos, poemas, novelas, ensayos se escribieron
en letras de molde sobre Evita. La mayor parte de estas expresiones buscaron
denostarla, por su mísero pasado, o por su fulgurante resurrección; por su
“sexo desdichado”, al decir de Tomás Eloy Martínez, o por el periplo
inverosímil de su cadáver.
Lo que ninguno de esos libros pudo lograr es que su figura
se empequeñeciera. Sigue vigente a 100 años de su nacimiento y a 67 de su
muerte. El esfuerzo de escritoras y escritores pregnó sólo allí donde no subsisten
los recuerdos de una vida cambiada por una sonrisa, una palabra, una máquina de
coser, una muñeca, un autito, un discurso fervoroso, su breve pasar por el
mundo. Únicamente en lugares donde el “gracias por existir” que fue un
parteaguas en la historia argentina no forma parte de la memoria que se
transmitió entre gentes comunes.
Hoy, que un libro escrito por otra mujer conmueve el mercado
editorial, hablamos de otros libros. Una selección de los más impactantes
libros gorilas sobre Evita, simplemente para recordar que el amor siempre vence
al odio. Pasen y lean; conozcan a la Eva que tantos delirantes soñaron con
desaparecer.
Amada a latigazos
La primera biografía de Eva que tuvo trascendencia se
publicó en 1952 fuera del país. Su autora, una anglo-argentina radicada desde
inicios de la década del 40 en Estados Unidos, firmó con el seudónimo María
Flores la primera edición de The woman
with the whip. En 1955, la traducción de La mujer del látigo apareció en Argentina con su nombre real, Mary
Main.
Hablar de biografía en este caso es tal vez generoso:
prácticamente no se citan fuentes sino que la mayor parte de las acusaciones,
en especial las más escandalosas, se escriben precedidas de frases tales como
"se dice que", "se hablaba de que", "los rumores
señalan que".
Tras estas expresiones se instala, por ejemplo, el mito de
las informantes organizadas por Eva: mucamas que acudían a una especie de bolsa
de trabajo en donde se les asignaba de una lista de “sospechosos” una casa para
trabajar. Las mujeres debían entonces informar lo que escuchaban de sus
patrones no peronistas. Otras, conseguían trabajo y hasta auto por ir a teatros
y restaurantes a oír y luego contar. Las que se negaban, terminaban exiliadas o
desaparecían algunos días y volvían con la cabeza rapada. Una peluquera comentó
con sus clientas rumores sobre Eva y a la semana tenía su negocio clausurado.
De esto se hablaba, esto se decía, según Main.
La obra social de la Fundación Eva Perón eran producciones
cinematográficas. Califica a las casas y hospitales como sets hollywoodenses
que no habían sido realizados para mujeres, jóvenes y niños sino para la niña y
joven que Eva no había podido ser. Los lujos no tenían uso práctico y eran
apenas una compensación; en esos lugares no había ni niños ni mujeres, sino que
sus puertas se abrían para su visita y la de los fotógrafos y luego se
cerraban.
El uso de palabras como corazón, humildad y abnegación
supone para Main un buen material para el estudio de la psiquiatría. Asegura
además que los niños infelices, como lo fue Eva, “suelen transformarse cuando
adultos en grandes criminales”.
Esta autora no fue la única pero seguramente la primera que
dejó escrito que en la pareja de Juan y Eva Perón ella era la fuerte y él
padecía de “debilidad femenina”, que era un marido dominado y que en ocasiones
hasta parecía una “vieja solterona”.
La anglo-argentina explica el amor de los grasitas hacia su
Abanderada por su ignorancia. Los cultos, dice, escapan a sus ansiedades a
través de libros, música, arte; los menos educados, que tienen una vida mucho
más monótona, “tienen necesidad de encarnar sus sueños”. Eva fue eso para
ellos, el símbolo de sus sueños, “hasta que encuentren un sueño mejor”,
vaticinó.
Furiosamente irreal
Más de sesenta años después de la muerte de Eva, Marcos
Aguinis pretendió escribir una novela histórica poniéndose en la piel de una
Evita reconstruyendo su vida desde el limbo.
En La furia de Evita
se intercalan el viaje a Europa con relatos de una infancia miserable, una
violación en la adolescencia, múltiples amantes en el mundo artístico y
militar, el ascenso personal unido al encuentro con Perón y los momentos más
altos de su vida política.
Dos puntos sobresalen en la novela, además de la propia
ocurrencia de hablar con la voz de Eva. El primero es la caracterización de esa
voz. Es bruta y chabacana. Esta Eva está enojada por muchas cosas, entre otras,
por haber sido “boluda” y “pelotuda” en innumerables ocasiones. La furia de
esta Eva es contra ella misma.
El segundo y no menos sorprendente es la mirada política y
el arrepentimiento de esta Eva sobre su obra. Ahí aparece en todo su esplendor
el Aguinis de 2013 que ya no sólo era antiperonista sino antikirchnerista,
también con furia.
“Con ese derroche sin ton ni son, el movimiento peronista
que anhelaba terminar con la pobreza ponía en marcha un mecanismo de
empobrecimiento lento y tenaz que llega hasta el presente”, dice desde alguna
zona extraterrenal la Eva de Aguinis. Con remordimiento, reconoce un importante
aumento de las villas miserias en el gobierno de Perón, fruto de la “decadencia
que habíamos elegido como equivocada solución”. Apesadumbrada, acepta que
“derrochamos sin control” y que al creer que la Argentina tenía una riqueza sin
fin “la destruimos hasta bajarla al nivel de pobreza que ahora tiene”. En el
colmo del lugar común de la leyenda negra del peronismo, esta Eva, amargada,
afirma: “dábamos pescado en vez de caña de pescar”.
Sin embargo, el golpe más bajo de Aguinis en esta olvidable
novela es haber puesto en la voz de Eva una justificación de la masacre del 16
de junio de 1955: “No se sospechaba que tamañas arbitrariedades políticas y
económicas provocarían un bombardeo en Plaza de Mayo”.
Problema de piel
Ezequiel Martínez Estrada pasó buena parte de los gobiernos
peronistas en distintos hospitales por una enfermedad psicosomática en la piel
que desapareció cuando el golpe de Estado se hizo cargo del país.
Restablecido entonces, escribió ¿Qué es esto? Catilinaria, un largo ensayo que intenta explicar al
peronismo desde y para la cultura letrada. Lo hace a partir de vocablos como
zootecnia, oclocracia, pornocracia. Su desprecio hacia el “populacho” es
expresado con una serie de calificativos que resultan difíciles de entender si
no es con un diccionario al lado. Pero con Eva es claro.
Ella, que “por coincidencia demoníaca” se llamaba Eva, era
una “sublimación de lo torpe, ruin, abyecto, infame, vengativo, ofídico y el
pueblo vio que encarnaba atributos de los dioses infernales”. Su resentimiento
era propio de una actriz de terceros papeles.
Su desvergüenza era la de la mujer pública en la cama, su
intrepidez la de la mujer pública en el escenario. Era una farsante y una
ambiciosa irresponsable.
No hay disculpa de Martínez Estrada ni para Perón, ni para
Eva, ni para el pueblo.
La “Señora”
Más de 320 páginas de letra muy pequeña tiene el Libro Negro de la Segunda Tiranía,
publicado en 1958. La Comisión Nacional de Investigaciones del “régimen
depuesto” dedica apenas tres a Eva, bajo el subtítulo “La Señora”.
La describe como una mujer extraña, diferente de las
criollas; vehemente, dominadora y espectacular. La define como fierecilla
indomable, agresiva, espontánea y poco femenina. Desdeñaba de los
convencionalismos y aunque era poco instruida poseía intuición política. Por
esa escasa educación, recibía ideas, pero “ponía pasión y coraje”, se le
reconoce.
Su actuación pública y su exhibición de joyas y vestidos
eran fruto del desquite de su miseria y fracasos como artista. Su actividad
inagotable le sirvió para someter voluntades, mantener el contacto con las
clases populares, excitar a las multitudes, acrecentar rencores. Su misión
dentro del sistema no era persuadir sino promover la acción, encender pasiones,
disponer venganzas. Le concede que acaso haya sido sincera, puesto que sus
“escasas dotes de comediante no le hubieran permitido simular tan hábilmente
sentimientos que no tuviera”.
El error de Sebreli
Eva Perón, ¿aventurera
o militante? es tal vez el mejor libro de Juan José Sebreli. Si forma parte
de este artículo dedicado a los libros “gorilas” sobre Eva es por el devenir
posterior del autor y por su repulsa explícita a este ensayo.
Publicado por primera vez en 1966 y dedicado a Simone de
Beauvoir, en el libro se analizan las transformaciones de Eva: la actriz, la
Señora y la compañera Evita.
Resulta lógico para el autor que el pueblo argentino se
identificara entonces con ella, una mujer que reivindicó su origen humilde y
que estaba lejos de los próceres con “dudosos títulos de nobleza”. Frente a la
abultada bibliografía que se dedica a denostarla por su supuesto revanchismo,
dice: “más que una resentida que odia en la impotencia y en la pasividad un
sistema social contra el que no puede hacer nada, es una rebelde que lucha
activamente por cambiarlo y niega los valores que lo sustentan”.
Frente a las críticas a su nada convencional figura femenina
(especialmente en el pasaje de la Señora a la compañera Evita) Sebreli destaca
a otras mujeres excepcionales de la historia argentina como Manuela Pedraza,
Martina Céspedes, Juana Azurduy. Ella “rompe el mito de la mujer-objeto, es la
negación misma de la señora de batón y chinelas preocupada tan sólo por
mantener la casa ordenada, o de la señora con traje de noche que agasaja a los
invitados de su marido; y es como tal que no pueden perdonarla los hombres que
no quieren renunciar a su papel de amos, ni las mujeres, cómplices serviles de
la dominación masculina”.
Para Sebreli, este fue “un libro equivocado”, aunque estas
últimas palabras resuenen tanto a las que muchos años después el filósofo José
Pablo Feinmann dedicara
a los odiadores de otra mujer también llamada “yegua” o “puta”, o “loca,
histérica, orgásmica, loca por el poder”, como recuerda Cristina Fernández deKirchner en Sinceramente.
Libros analizados:
Aguinis, Marcos. La furia de Evita. Sudamericana, 2013.
Libro Negro de la Segunda Tiranía. S/E, 1958
Main, Mary. La mujer del látigo. La Reja, 1956
Martínez Estrada, Ezequiel. ¿Qué es esto? Catilinaria. Ediciones
Colihue-Biblioteca Nacional, 2005 (1956).
Sebreli, Juan José. Eva Perón, ¿aventurera o militante? La
Pléyade, 1990 (1966).
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