El cuento de la criada. Margaret Atwood


Pensé, entre algunas cosas que no tienen demasiada importancia, en si con este libro inauguraba la etiqueta "Ciencia ficción", que tendría muy escasas entradas en este blog. ¿"Distopía", tal vez? Bueno, me dije, ya leí unas cuantas en otros tiempos y, señoras y señores, el futuro ya llegó (Acá, un muy buen artículo de Marcelo Figueras sobre las distopías literarias).

El cuento de la criada viene siendo muy comentado en las últimas semanas por la serie que se estrenó y que parece ser está muy bien. Llegaría al país la novela reeditada a fin de mes. Pero yo soy una ansiosa literaria y no pude esperar el papel.

La novela: un ritmo, una narrativa, inapelables. Estos atributos ya la hacen gigante. Pero la historia... acá diría que el género es de terror, y si un texto me produce ese sentimiento (terror puro y duro) es porque en alguna parte no tan escondida, no tan subterránea, creo posible un mundo en que las mujeres sean apenas recipientes procreadores. En donde esa vida sea justificada no sólo en la "vuelta" a la "naturaleza", sino en el cuidado y la protección a las mujeres, ya no expuestas a las violaciones o malos tratos (a cielo abierto), sino incluso a esa "denigrante" labor de estar buscando por sí solas la protección en forma de matrimonio. ¿Hablar de ciencia ficción en tiempos de maternidad subrogada? ¿Ciencia ficción cuando todavía se niega la interrupción legal del embarazo, o simplemente una pastilla de venta libre en farmacias? ¿Ciencia ficción acá en mi país, en el "occidente" civilizado, cerrando los ojos ante las millones de mujeres de otros países sujetadas, borradas, mutiladas, asesinadas?

Esto es cualquier cosa, menos ciencia ficción. Y da miedo, por ser suave.

























Margaret Atwood. El cuento de la criada

Resumen de la editorial:
En el estado de Gilead las criadas forman un estrato social pensado para conservar la especie. Las mujeres fértiles que integran esta clase, y que destacan por el hábito rojo con el que se cubren hasta las manos, desempeñan una función esencial: dar a luz a los futuros ciudadanos de Gilead. Sin embargo, en un mundo antiutópico amenazado por las guerras nucleares, gobernado por un código extremadamente severo y puritano, y en el cual la mayoría de la población es estéril, engendrar no resulta fácil. Existe siempre el temor al fracaso y la amenaza de la confinación en la isla de seres inservibles, más allá de las alambradas que rodean la ciudad y del alto muro donde cuelgan, para que sirva de ejemplo, los cadáveres de los disidentes.

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