La Plaza del Diamante. Mercè Rodoreda
Por libros como este (y porque tenía con qué) un día dejé las bibliotecas públicas y
empecé a comprar, incluso, libros que ya había leído y no volvería a tocar en
mucho tiempo. Tenían que estar, también, físicamente cerca mío. Porque yo
quisiera que La Plaza del Diamante tuviera un lugar entre mis estantes, también
allí. Ahora que es tiempo de m*crisis, vuelvo a las bibliotecas y encuentro
tesoros como este y como los que leeré en los próximos días.
Mercè Rodoreda escribió en 1960 una novela con tono
inocente, pero con una sensibilidad que a mí me desarman. No puedo desligar (no
quiero) algunas lecturas de mi historia, de la de mis mayores. Recientemente me
había sucedido con Elena
Ferrante y su tetralogía:
no podía dejar de imaginar a mi nona Cata. Me pasó algo parecido con Rodoreda.
¿Cómo habrá, ella, decidido casarse con el nono? ¿Habrá desdibujado, tan
“naturalmente” su yo? ¿Habrá asumido “naturalmente” con su cuerpo y su cabeza
ese lugar que ocupó desde siempre, desde que tengo memoria y hasta su muerte?
En fin. Ya no puedo responder a estas preguntas, pero la
literatura a veces me las responde. Novelas como esta (además de Ferrante,
pienso en Elsa
Morante) me ayudan. Siento pena, conmiseración, por la Colometa y por la
nona Cata. La literatura, estos libros, también me hacen sentir empatía y
esperanza por Natalia.
Mercè Rodoreda. La plaza del diamante. Sudamericana, 1993 (1962)
Resumen de la editorial:
En la Plaza del Diamante, espacio de valses, músicos y flores, Natalia, la protagonista adolescente, conocerá a Quimet y se convertirá en su esposa Colometa. Es aquí, también, lugar propiciatorio del encuentro, a donde volverá después de varios años, para poder reconocerse a sí misma como mujer adulta. En esta historia individual se pone en escena la vida de seres anónimos cuyos proyectos se ven atravesados por la Guerra Civil. Colometa-Natalia deberá ajustar sin ayuda su tiempo “de adentro” –el de las ilusiones, las esperanzas-, al tiempo “de afuera” –el horror de la guerra que arrasa con lo cotidiano. El texto exhibe con mesura, a través de esta imagen femenina, a subsistencia heroica del pueblo catalán y su lucha contra el hambre y la indiferencia. Es la voz de Natalia la que recorre las páginas del libro sin juzgar, invitando a una lectura constructora de la historia que fue, o de la que pudo haber sido.
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