El nervio óptico. María Gainza


Hay sobre María Gainza muchos elogios. Y antes de comprar su nueva novela, quise saber por qué. La verdad es que a priori, El nervio óptico no parecía ser para mí: tengo nula educación pictórica. Pero como soy testaruda, allá fui. 

Sin embargo, esta extraña novela me funcionó como un recorrido interior y también como un recorrido por museos y por pinturas que pude ver por primera vez a través del Licenciado Google. Fue, entonces, un curso introductorio a mi educación en este arte y a algunos pintores de los que no tenía noticia. Fue también una mirada hacia una familia acomodada venida a menos en un país como este, mediada por mi historia, que siempre miró desde la vereda de enfrente. 

Por supuesto, ya tengo La luz negra





















María Gainza. El nervio óptico. Mansalva, 2014

Resumen de la editorial:
“Guía subrepticia de los museos públicos de Buenos Aires, celebración de lo menor como categoría estética, El nervio óptico inaugura un género donde confluyen límpidamente la historia del arte y la crónica íntima. Su heroína, dueña de una voz narrativa que parece capaz de todas las proezas estilísticas, es una ‘mujer parada en el ecuador de la vida’ que osa decir su nombre y el de su tribu: la clase alta argentina. Su existencia pasa, a veces con exceso de velocidad, de la comedia social a la ironía trágica. Ciertos días, fiel a su instinto de supervivencia, se precipita en los museos como si fuesen salas de primeros auxilios. Busca con desesperación y esperanza la delectación visual que le procure una dosis de felicidad vital y clandestina. A veces la encuentra en una escena de caza de Dreux, en una marina de Courbet, en un retrato de Schiavoni, en un mural de Sert engarzado en un ambiente de chinoiserie art déco. Y como el gusto sopla donde quiere, suelen ser obras olvidadas en pasillos oscuros, libres de toda sospecha de genialidad. Su mirada no se contenta con el embeleso; quiere hacer justicia poética, rescatarlas de su limbo catalográfico, del purgatorio del canon dominante. Las examina hasta descubrir ese color invisible, esa dimensión desconocida que late debajo de ellas como un corazón delator: su historia. Entonces la escribe y hace su entrada triunfal en la literatura”.


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