El mal de Portnoy. Philip Roth


Resulta que el sábado 19 de mayo estaba como cada sábado al mediodía escuchando la ma-ra-vi-llo-sa columna radial de Mariana Enriquez. Explicó ese día, con su humor y desparpajo, por qué este año no habrá Nobel de Literatura. Y deslizó que quizá en 2019, uno de los dos premios fuera para Philip Roth. Hace rato que lo tenía pendiente así que ese sábado hice mi lista de Roth(s) y desde el lunes la paseé en mi bolso sin pasar por la librería. Hasta que... Roth se murió, yo pasé por la librería, el librero no sabía de su muerte... y no había libros de Roth. Es lo que hay.

Ana me recomendó varios para empezar pero elegí este. Hice bien. El mal de Portnoy me pareció brutal, deliciosamente guarra, la excelente pintura de una familia judía estadounidense y de un varón salido de allí, con sus obsesiones, su culpa, su ironía, su humor, su desesperación.

(Especial guiño para mí de Roth, incluso antes de que yo naciera: una persona de bien no puede enamorarse de otra que tenga errores ortográficos de magnitud. Quienes me conocen, entienden 😖😜)







Philip Roth. El mal de Portnoy. Seix Barral, 2005 (1969)

Resumen de la editorial:
En sus sesiones de psicoanálisis, Alexander Portnoy confiesa que la obsesión por el sexo ha dominado su vida. Portnoy,Mal de [llamado así por Alexander Portnoy (1933- )].Trastorno en que los impulsos altruistas y morales se experimentan con mucha intensidad, pero se hallan en perpetua guerra con el deseo sexual más extremado y, en ocasiones, perverso. Al respecto dice Spielvogel: «Abundan los actos de exhibicionismo, voyeurismo, fetichismo y autoerotismo, así como el coito oral; no obstante, y como consecuencia de la “moral” del paciente, ni la fantasía ni el acto resultan en una auténtica gratificación sexual, sino en otro tipo de sentimientos, que se imponen a todos los demás: la vergüenza y el temor al castigo, sobre todo en forma de castración»
(Spielvogel,O., «El pene confuso», Internationale Zeitschrift für Psychoanalyse, vol.XXIV,p.909). Spielvogel considera que estos síntomas pueden remontarse a los vínculos que hayan prevalecido en la relación madre-hijo


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