La isla de Arturo. Elsa Morante


Soy devota de Elsa Morante. Mi hilo literario: Elena Ferrante para llegar a Natalia Ginzburg. Natalia para llegar a Elsa. Soy devota de ellas. Devota de la literatura italiana escrita por mujeres a mediados del siglo pasado, o que describen la Italia de aquellos años.

Ya no se escriben libros así, o al menos no caen en mi mano. Inocencia y ternura, una descripción de sentimientos, de paisajes geográficos y sociales con una pluma que evoca lo mejor que leí escrito por mujeres en el siglo XIX.









Elsa Morante. La isla de Arturo. Lumen, 2017 (1957)

Resumen de la editorial:
«Sus secretos le pertenecían solo a él. A sus silencios, sus alegrías, sus desprecios, sus tormentos nunca les busqué explicación. Para mí eran como sacramentos...»
El hombre se llama Wilhelm; camina ensimismado y su hijo Arturo le sigue como una sombra, atento a cada movimiento de su héroe, de quien imagina aventuras y proezas sin fin. Los dos viven en un antiguo convento, un caserón algo apartado del pueblo, donde antes se oían rezos y ahora reinan el silencio y la suciedad.
El padre se ausenta a menudo sin dar razones, y Arturo crece rodeado solo de libros y malas hierbas, hasta que de repente aparece Nunziata, la nueva esposa, y entre los dos se crea una complicidad extraña, casi a espaldas de Wilhelm, que es padre y marido, pero vive en la cuerda floja, con la mirada puesta más allá de la isla de Prócida, más allá de Nápoles y del aire tosco que lo rodea.
Solo el mar sabe qué piensa y siente ese hombre de cabeza rubia, labios orgullosos y ojos duros; solo el mar y Arturo, que un atardecer descubre a su padre cantando una canción de amor delante de los ventanucos de una cárcel. Su voz es áspera y desentonada, pero en esa canción de cuatro versos está la clave de una de las novelas más sensuales del siglo XX y el talento de una gran maestra que con esta novela ganó el Premio Strega en 1957.
«El amor verdadero es así: no busca provecho ni atiende a razones, y no se somete a ningún poder que no sea la disposición de los humanos.»
Elsa Morante


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