El fin de la historia. Liliana Heker


Sabía, cuando pedí prestada esta novela en la Biblioteca, que iba a leer otra novela de la dictadura. Lo que no sabía es que iba a tratar, como en Doble fondo, de una mujer "quebrada", cautiva de la ESMA y de Massera, "colaboradora" también en París, un hijo o una hija como centro de las decisiones. Acá se acaban las similitudes.

A diferencia de la novela de Elsa Osorio, acá no hay épica. Es largamente más profunda, y se entiende la polémica que El fin de la historia despertó cuando apareció, a 20 años del golpe, apenas doce o trece años después de la recuperación democrática, en pleno menemismo, indultos y demás.

Lo que me resulta difícil de comprender (no digo imposible porque siempre estoy dispuesta a escuchar, es cómo alguien (quiero decir alguien como yo, que no vivió, no sufrió en la carne, pero que se conmueve, siempre) puede juzgar sin haber tenido una picana en la vagina o en el ano, sin tener los órganos rotos, sin tener la vida de un/a hijo/a pendiente de sus decisiones. En fin, supongo que quienes sí padecieron esos suplicios podrán juzgar. O no. Esos padecimientos son muy íntimos. En todo caso, por un lado, escucho, leo. Por otro, una gran novela, de una gran escritora.













Liliana Heker. El fin de la historia. Alfaguara, 2010 (1996)

Resumen de la editorial:
Activa militante revolucionaria y finalmente líder de Montoneros, Leonora Ordaz acaba siendo secuestrada y torturada, e ingresa en el infierno de la tristemente célebre represión ilegal perpetrada por la última dictadura militar.
Conmocionada, al enterarse de que su amiga y confidente ha pasado a integrar la lista de desaparecidos, Diana Glass cree posible el camino de la novela para explicar la trágica parábola de Leonora que es, también, la de toda una generación.
Descubre entonces que la realidad es más compleja y terrible que los ideales, y que la verdad puede a veces ser impronunciable. Su deseo contrariado permite dar existencia a un hecho novelístico de dimensión excepcional, y pocas veces alcanzado por la literatura argentina, un capítulo terrible de nuestra historia, cuyas heridas continúan abiertas



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