La parte recordada. Rodrigo Fresán
Fue un temita leer a Rodrigo Fresán en aislamiento. Porque Fresán no es un autor para leer con la cabeza angustiada; exige concentración para poder seguir todos las ventanas que va abriendo. Algo que, pese al tiempo extra que supone la cuarentena es muy difícil de conseguir, justo en una novela que orbita alrededor de los tiempos de lectura. Así que, y como no podía ser de otra manera con Fresán, llegará un tiempo de relectura con la cabeza no tan contaminada. Eso espero.
Más allá de estas sensaciones personales, el cierre de esta trilogía (precedida por La parte inventada y La parte soñada, más, si se quiere, la precuela Mantra) es desbordante. Como siento que es toda la obra de Fresán: apabullante y vertiginosa.
Rodrigo Fresán. La parte recordada. Random House, 2019
Resumen de la editorial:
¿Cómo recuerda un escritor? Y cómo recuerda este Escritor que alguna vez fue un prometedor Nextcritor y ahora es apenas un Excritor. Alguien que ya no puede escribir, pero que tampoco puede dejar de leerse y de releerse y de evocar cómo fue alguna vez y cómo ya nunca será. Y aquí vienen de nuevo un juguete a cuerda marcha atrás y el fantasma de la electricidad; la encumbrada y borrascosa Penélope y su hijo perdido; 2001: A Space Odyssey y Blade Runner; el ausente Pertusato, Nicolasito y el ubicuo IKEA; la muerta Colma y la fallecida Zzyzx y la difunta Nothing y la inmortal Canciones Tristes; el irrealista Vladimir Nabokov y la surrealista familia Karma; Wish You Were Here sonando en teléfonos (in)movil(izantes) y la invitación a que entre Drácula; el perturbado Tío Hey Walrus y una pareja de padres modelos pero poco modélicos; The Beatles y The Beatles; un inexistente país de origen y una ciudad en llamas; una noche inolvidable que se querría reescribir; y tantas otras partículas aceleradas y fragmentos sueltos y células interconectadas en busca de una trama que los contenga y les dé orden y sentido.
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