No es un río. Selva Almada


Maravilla de Selva Almada. Leí hace tiempo Chicas muertas, Ladrilleros y El viento que arrasa. Por eso, la llegada de No es un río es tan bienvenida. Reencontrar una voz en la literatura argentina alejada del centralismo porteño y tan cerca de las islas, el río, el monte de acá nomás es una experiencia que siempre me reconforta. 

La trama se abre por momentos, va hacia un lado, luego a otro, vuelve después. El universo masculino, la violencia que le es propia, la muerte y el recuerdo, las traiciones y la camaradería, todos son elementos que hilan varias historias que nacen y confluyen en Enero, Eusebio y Tilo, junto al amigo muerto, atravesando también a Aguirre y a Siomara, con todos sus muertos y fantasmas. 







Selva Almada. No es un río. Random House, 2020

Resumen de la editorial:
Enero y el Negro llevan de pesca a Tilo, hijo adolescente de Eusebio, el amigo muerto. Mientras beben y cocinan y hablan y bailan, lidian con los fantasmas del pasado y con los del presente, que se confunden en el ánimo alterado por el vino y el sopor.
Una red mezcla realidad y sueño, hechos y conjeturas, isleños, agua, noche, fuego, peces, bichos. Humana, pero a la vez animal y vegetal, esta novela fluye como un cauce, una larga conversación o el afecto entre seres que se quieren: madres, hijos, hermanos, amantes, ahijados.
Con No es un río, Selva Almada completa su trilogía de varones, inaugurada con El viento que arrasa y seguida inmediatamente por Ladrilleros. En esta novela magistral vuelven a brillar sus formas del decir y su extraordinaria sensibilidad para lograr que los personajes expresen en el hacer lo que habita en lo profundo de sus almas, en lo lejos de sus propias vidas.

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