Piel de lobo. Lara Moreno


Una de las tantísimas razones por las que en algún momento de mi vida decidí no tener hijos fue por conservar mi absoluta libertad. Jamás me arrepentí. Otra razón puede ser lo que he leído en varios textos: ya nunca podrás vivir sin miedo. Tengo miedo por mis sobrinas, me dirán que no es lo mismo, pero quién podrá dimensionar los miedos de cada quien.

Esta novela tiene sus momentos. Los de la maternidad, que me podrían resultar ajenos, no lo son, porque son un alivio.

Pero hay otros miedos, muchos. Los que vienen desde la infancia (ay, la educación católica), los que se van forjando con el transcurrir del tiempo, los que van sedimentando y se quedan ahí, acechando.


Tiene sus momentos esta novela. Algunos tan tremendamente construidos que también soy madre. Y los lazos fraternales que parecen quebrarse pero son casi, casi indestructibles.




















Lara Moreno. Piel de lobo. Lumen, 2016

Resumen de la editorial:
Un viejo caballito de plástico blanco y azul espera a las dos hermanas cuando entran en casa del padre, un hombre solo que murió hace un año, dejando tras de sí pocos recuerdos y algunas manchas de café en el mantel. Sofía y Rita han ido al pueblo para recoger lo que queda de aquellos años en que eran niñas y pasaban los veranos allí, en el sur, cerca de la playa.
Rita, tan esbelta ella, tan hermosa, tan lista, parece dispuesta a despachar el asunto y volver a lo suyo, pero Sofía sabe que esa casa será el refugio donde ella y Leo, su niño de cinco años, van a instalarse para curar un desamor que la ha dejado sin fuerzas. Allí se quedan madre e hijo, paseando esa nueva vida por las calles donde se abren las primeras sombrillas, masticando arroz y fruta limpia, intentando imaginar un futuro que tenga sabor.
¿Y Rita? Rita se va pero vuelve porque hay recuerdos que queman y el rencor pide paso. Finalmente, encerradas en esa casa que parecía muerta, las dos hermanas nos van a contar una historia dura, algo que nadie quería saber, un secreto del que quizá sería mejor olvidarse, y que solo la buena literatura sabe rescatar para que ese dolor, esa rabia y la ternura que de repente asoma sean también nuestras.


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