La llorería. Martín Sivak

 

Todo lo que leí de Martín Sivak me despertó cierta envidia: por su manera de escribir, por los recursos que supo reunir para investigar a Clarín, por su sensibilidad, por su modo de leer la época que compartimos. Y ahora también porque llora, y mucho, y lo hace con una honestidad que desarma.

En El salto de papá encontré, más allá del duelo por la pérdida de su padre, un retrato de los años 80 visto desde alguien de mi generación, aunque de otra condición social, pero en un mismo país que todavía intentaba recomponerse tras la dictadura. En La llorería vuelve a aparecer el duelo, esta vez por la madre y por un amor, pero también se suma el hilo persistente de una amistad que atraviesa décadas y geografías.

Sivak escribe con belleza y sin resguardos, se expone en este libro como pocos varones lo hacen. Lo leí en apenas dos días y eso, además de envidia, me da un poco de bronca.

4/5🎗

 Martín Sivak. La llorería. Alfaguara, 2025

Sinopsis de la editorial:
Sin previo aviso, sin la sombra de una señal, un hombre es abandonado. Al otro lado de su puerta sale el sol, la gente festeja la Navidad y su hijo aprende a nadar, pero para él solo hay confusión y desgarro, insomnio y llanto. El impulso vital le recuerda que ya ha sobrevivido al desamor, y el hombre comienza a indagar en esa memoria como un objeto gracias al cual flotar tras el naufragio. Esos recuerdos vienen con su contexto extraordinario: un viaje de un año por América Latina, desde Argentina hasta la frontera sur de los Estados Unidos, con un documentalista inglés que parece no tenerle miedo a nada, en busca de conflicto social y diversión.
Y en medio de esa aventura, porque la vida no se priva, la enfermedad y la muerte de la madre. Cada duelo reabre los pasados y en ese proceso el dolor encuentra su modo único de cifrarse. En La llorería hay lágrimas e ilusión romántica, pero también otras formas de la emoción y el amor, como la amistad y la familia. Martín Sivak las cuenta con la intensidad y la belleza que se le conocieron en El salto de papá

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