El cuerpo es quien recuerda. Paula Puebla


Entrar a este libro da escozor. Cuando leí y luego vi El cuento de la criada había tenido esa sensación de que, ubicada en un futuro indeterminado, lo relatado era posible pero algo distante al menos por estas partes del mundo: mujeres obligadas a parir para entregar a sus hijes a las familias más poderosas de un régimen religioso/dictatorial. En El cuerpo es quien recuerda algunas mujeres gestan pibis obligadas por el capitalismo para entregarlos a quienes pueden pagar. No es distópico, está ocurriendo. Lo vimos en parejas argentinas varadas en Ucrania con bebés paridos por ucranianas hace algunos meses.

La primera y segunda parte del libro son las que más inquietud me produjeron. La investigación de Rita sobre lo que rodea a las clínicas de subrogación da escalofríos. El personaje de Nadiya, su útero destrozado, su conciencia de clase, sus nuevos deseos conmueven. Victoria en cambio es una fiel representante de los 90, de la crisis del 2001 y de la cultura individualista de entonces.

Todo eso tiene esta novela que además mira con cierta ironía ciertas imposturas feministas, se ríe y hace reír de las frágiles masculinidades de algunos pero verdaderamente te deja conmocionada.















Paula Puebla. El cuerpo es quien recuerda. Tusquets, 2022

Sinopsis de la editorial:
Rita es joven y rica, pero la acecha una obsesión: su origen. Nadiya lleva una vida pariendo bebés en Ucrania, que serán criados por otras familias alrededor del mundo. Victoria, exmodelo famosa, no soporta el paso del tiempo y la presión de lo que calla. Unidas pero en soledad, las voces de estas tres mujeres reflejan distintas maneras de llevar adelante existencias disconformes. De fondo, la crisis de 2001 como epílogo de la Argentina de los años noventa nos plantea cuánto de toda esa excentricidad y decadencia aún permanece vigente.
Paula Puebla no deja nada librado al azar. Con una escritura inteligente y audaz, que se aleja de la corrección política, abre preguntas sobre temas como la maternidad, la subrogación de vientres, los límites del cuerpo, la identidad y los mandatos de clase. Sobrevivientes de un mismo sistema, sus personajes exploran miserias propias y meten el dedo en llagas ajenas. Así como lo hizo en Una vida en presente, Puebla aborda, con herramientas de la ficción, temas sensibles de los que nadie sale indemne y que se elige evitar.

 

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