Eduardo Galeano (por mí, en mí)
Digamos que este libro que ilustra el post, ese título y esa
edición, de 1984, fue el primer libro de mi vida adulta. No lo leí ese año, ni
tampoco sé si fue ese el año en que llegó a la casa de mis viejos, donde vivía
entonces. Pero sin duda era poco más que adolescente cuando lo leí por primera vez.
En Paraná, cuando terminaba mi primer año de Facultad,
compré este otro, con el ahorro del colectivo de viajar a dedo. Está gastadito,
deshojado, marcado. En las primeras páginas, el texto que muchos años después
Galeano le dedicaría a Néstor, ese fuego difícil de apagar.
No tengo muchos libros de Galeano, a mí que me gusta
coleccionar libros. Lo leí mucho en los 90, cuando no tenía un mango y me leía
todo de las bibliotecas. Compré y regalé unos cuantos, sobre todo a mi papá.
Pero me compré Las Venas Abiertas de América Latina un día
en que sentí que se me terminaba una etapa. El día que tomé conciencia de que
en algunos meses iba a quedarme sin trabajo, entré en la librería y lo compré. Creo
que ese día, hace unos diez años, empecé a acumular libros por muchas razones:
una de ellas porque amo tenerlos; otra porque hay libros que no puedo dejar de
tener; otra: si estaba desocupada, iba a tener mucho tiempo para leer, y yo ya
quería tener mis propios libros. Para subrayarlos, para anotarlos, para
doblarle las hojas. Las Venas fue el elegido. Lo releí en esos tiempos.
No soy crítica literaria, eso está más que claro. No tengo
más que decir que, más allá de lo que me pueda gustar o no, es innegable que
Eduardo Galeano marcó gran parte de mis rumbos literarios, pero sobre todo
políticos, ideológicos.
Una no puede saberlo con certeza, pero sin aquel libro
editado en el 84, de formato imposible, entrando en mi casa y en mi cabeza
aquellos años, quizás una no sería lo que es.
Hasta siempre don Eduardo. Queda su fuego.
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