Esperar una ola. Guillermo Saccomanno


Puede leerse como una serie de relatos cortos, puede leerse como una novela coral, aunque eso poco importa. Leer a Saccomanno es para mí leer historias descarnadas de un tipo desencantado, rendido.

No mucho más. No es poco. 
















Entre el azar y el destino, la sordidez provocadora y la belleza esquiva, la historia que narra Esperar una ola refiere la expresividad de un observador incansable. La realidad, desde su perspectiva, sorprende y adquiere múltiples y diversas formas de la interpelación. Una mirada penetrante abarca lo familiar y lo extraño, que se proyecta sobre cada relato como una sombra de peligro.

Los habitantes de la ciudad y el conurbano, las calles desiertas y la bruma que sube del puerto, el bosque y el mar. Territorios conocidos que se enrarecen y nos cuestionan. En lo cotidiano se insinúan tanto oscuridades como revelaciones. A veces los muertos queridos mantienen su poder de intervención; otras, el deseo y los sueños se confunden. Inexorable, el amor siempre anticipa su ausencia.

Como el surfista que aguarda en suspenso la marea, el narra dor, atento a las voces que escucha, encadena relatos que se con testan con otro relato. Cada situación deviene un acontecimiento.

Si Cámara Gesell fue la novela coral de un pueblo de la costa bonaerense, Esperar una ola es el retrato coral de un presente exasperado. Guillermo Saccomanno nombra el mundo de nuevo con maestría; su habilidad para transitar entre un plano real, reconocible en sus más duras turbulencias, y otro inquietante y fantasmático lo confirma como un gran escritor.

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